Miguel González Madrid
Adriaen Pietersz
Van de Venne, Alegoría de la Tregua de los Doce años, 1616.
París, Museo del Louvre
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La tolerancia ante lo diferente queda anulada cuando se
cree que sólo ante los iguales (de condición o de creencias) puede haber
entendimiento, o cuando se ignora cómo proceder ante los casos de intolerancia
y de opiniones aparentemente encontradas. Sin embargo, cuando la tolerancia adquiere un
significado amplio, incluso ante situaciones inéditas y conflictivas, ella
puede ayudar a abrir periodos de tregua o de recomposición del entendimiento
recíproco.
Los
siguientes ejemplos nos dan una idea de cómo la tolerancia es necesaria en
situaciones divididas o en la que todo mundo parece tener la razón.
Ejemplo
1:
«Dos hombres mantenían una disputa. Para
zanjarla, acudieron al rabino Samuel. El más extrovertido expuso sus
argumentos. Era muy elocuente y persuasivo en sus razonamientos. Cuando
terminó, el rabino inclinó su cabeza repetidas veces en señal de aprobación y
dijo: “Correcto, correcto”. Al oír esto, el otro hombre, que hasta entonces
había permanecido callado, se levantó de un salto y expuso sus argumentos con
mucha fluidez y convicción. Escuchada su disertación, el rabino volvió a
asentir con la cabeza diciendo: “Correcto, correcto”. La mujer del rabino, que había presenciado la escena en silencio, se dirigió de
forma airada a su marido diciéndole: “Samuel, ¡ambos no pueden tener razón!” El
rabino, mirando resignadamente a su mujer, volvió a murmurar: “Correcto,
correcto”». (Citado de https://n-1.cc/mod/file/download.php?file_guid=609650).
Lección:
En una situación en la que todos parecen tener la razón, la
tolerancia juega un papel de mesura y de disuasión de la disputa. La pluralidad
de opiniones ayuda a encontrar una respuesta correcta a un problema concreto, pero es
más meritoria la diferencia de opiniones cuando las partes exponen buenas y
variadas razones, por lo que un mismo problema puede tener diversas soluciones
plausibles.
Ejemplo 2:
En un encuentro de fútbol el público escuchaba de los jugadores de ambos
equipos constantes reclamos y expresiones agresivas hacia el árbitro, debido a
supuestas faltas y fuerza excesiva en algunas jugadas, pero éste, con una afección de sordera parcial,
se dirigía a los jugadores diciéndoles: “¡Adelante, jueguen, respeten las
reglas!” Los jugadores no sabían de la afección del árbitro, pero éste continuaba haciendo su papel y deteniendo el juego violento cada vez que lo consideraba necesario y justo, mostrando tarjetas amarillas o rojas aquí y por acullá. Y,
así, lo mismo durante los 90 minutos del encuentro, incluso con frecuentes
recordatorios de la progenitora del árbitro, el cual, obvio, no podía escuchar en medio del bullicio, a menos que se lo dijeran al oído.
Lección:
La tolerancia
puede ser sorda, pero no ciega; y quien reclama justicia, sin estar limpio de
pecado, pronto la encuentra contra sí mismo.
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