Tú eres manto transparente de
madrugada,
flotante capa de gotas delicadas de
agua,
humectante caricia en la piel de mil
flores,
provocativa fuente de aroma a tierra
mojada.
Tú eres fino viento en una tarde de
otoño,
generoso soplido que nos regala alfombras
de hojas danzantes en sucesiva caída
y un paisaje mágico de árboles
desnudos.
Tú eres una melodía, suave pero
vibrante,
que escapa de los picos de coloridas
aves,
que rompe con ritmo el silencio
matutino
y reconforta el alma del pastor de
ovejas.
Tú eres un sendero de
elegantes giros
por donde rondan abundantes
luciérnagas,
como cuando los nocturnos peregrinos
van orando para pedir el descanso
eterno.
Miguel González Madrid
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