Grietas de dolor y
llanto
Solloza
el cielo en tormenta inmensa,
y
las lágrimas inundan los senderos
y
corren por mares, ríos, arroyuelos,
y
humedecen delicadamente las miradas
de
las dolientes madres del otoño rojo.
Nada
contiene las penas en cascada
y
miles de corazones se quiebran
entre hojarasca de las montañas,
cuando
pedazos de tierra se abren
para
mostrar los lechos de muerte.
Nada
calla los lamentos vueltos eco
en
todos los puntos cardinales,
en
cada rincón de la madre Tierra,
mientras
el canto de cuatrocientas aves
se
vuelve una oración para el consuelo.
¿Dónde
están nuestros hermanos,
esos
que soñaron ser un puente
de
extraordinaria lucidez para un pueblo
que
cruza variados caminos de sombras
que
pasan por la vida habitualmente?
¿Dónde
están nuestros nuevos mártires
que
duelen en cada golpe –más grande,
más
profundo, vertiginoso, impaciente–
pero
son lumbreras en esta oscuridad
que
crece para extraviarnos, inclemente?
…
Llueve, y pronto el invierno llega,
porque
tiritan las almas tras el llanto,
porque
no termina ahora esta historia
que
parece contener las contradicciones
de
un sistema que nos traga, insaciable.
Miguel
González Madrid
(Octubre de 2014)
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