Miguel González Madrid
Nos aproximamos al primer domingo de julio de
2012, fecha en la cual el cuerpo
electoral (los ciudadanos que ejercemos nuestro derecho a votar) habrá de
determinar quién de entre todos los competidores al cargo de presidente de la
República mexicana ganará la elección. Esa será la encuesta final y auténtica.
A los mexicanos nos ha
costado mucho sacrificio –sobre todo desde 1988– la construcción de un sistema
electoral confiable y eficaz, y a ello han contribuido las diversas fuerzas
políticas en mayor o menor grado. Me parece que ahora tenemos un sistema
electoral suficientemente maduro, confiable y que dará prueba de su eficacia. Contamos
con instituciones fuertes y confiables, con autoridades electorales
comprometidas con los principios y las expectativas democráticas, de modo que
no hay lugar para especulación alguna. Buena parte de su eficacia dependerá,
desde luego, del compromiso democrático adquirido por aquellos ciudadanos que
se desempeñarán como funcionarios de mesa directiva de casilla, y que por unas
horas serán también parte de la autoridad electoral. De entrada, en las
casillas electorales la posibilidad de fraude está totalmente descartada, y
esperamos que por donde corran los datos contenidos en las actas electorales a
nadie se le ocurra meter mano. A su vez, seguramente las fuerzas armadas sabrán
desempeñar celosamente su tarea de vigilar esa especial materialización de la
voluntad popular en todas las casillas electorales, la que inmediatamente será
concentrada en cada uno de los 300 distritos electorales federales en los que
se depositarán los paquetes electorales, para que desde ahí comience a fluir la
información oficial que todos estaremos esperando por la noche del 1 de
julio.
La organización y el desarrollo de las
elecciones ha sido confiada al Instituto Federal Electoral (IFE), la jornada
electoral será también responsabilidad de los funcionarios de casilla
debidamente seleccionados y capacitados, los representantes de partidos en las
casillas cuidarán sus intereses y que la votación transcurra conforme a la ley,
los observadores electorales serán testigos de todos los incidentes, las
empresas encuestadoras levantarán encuestas de salida, el IFE hará correr el
sistema de resultados preliminares una vez cerradas las casillas y llevará a cabo
un conteo rápido de resultados (confirmado por el Tribunal Electoral del Poder
Judicial de la Federación), los medios de comunicación nacionales e
internacionales darán noticias de los principales incidentes dentro y fuera de
las casillas, las autoridades civiles y militares estarán atentas para
garantizar el clima de paz y tranquilidad que requiere el desarrollo de la
jornada electoral, los votantes estaremos atentos para enterarnos de los
incidentes y los resultados, y muchos países tendrán puesta la mirada en
México.
En el supuesto de que todo mundo verifique que
la elección se habrá llevado a cabo conforme a prácticas, reglas y
procedimientos democráticos, ¿qué voz –de entre l@s candidat@s- podría decir a
la gente que como candidat@ ya cumplió, pero que, si la gente quiere protestar
en contra de los resultados, él o ella se lavará las manos? Sin duda, la
responsabilidad pública va precedida del compromiso con las instituciones
democráticas, y ese sólo acto legitima cualquier práctica política. Todo lo
demás será pura farsa, la cual, por desgracia, podría desembocar en tragedia.
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