Miguel González Madrid
Jóvenes: Protesten
contra todo lo que duele o lastima y por lo que creen puede producir beneficios
colectivos, sin daño alguno a los demás. Hasta ahí no hay problema. Todo mundo
se sentirá tocado por la innovación o lo inédito, o por la acción espontánea
o consciente, o por un reclamo ordinario o extraordinario de justicia. Todo
mundo así tocado dirá, entonces, que está con ustedes, aunque muchos no estén
plenamente convencidos ni la solidaridad sea pareja; incluso los niños
preferirán ir tras de ustedes antes que de los adultos mayores, porque ustedes
arrojarán una luz fascinante sobre sus primeros pasos.
Pero, el problema para
ustedes, de inicio, será cuando, entre los diversos actores metidos en la
protesta, surja una dirección que tarde o temprano entre a la misma lógica de
las élites, de las oligarquías y de los intereses de grupo, y cuando, entre
muchas voces, sentimientos, cambios generacionales, etcétera, ya no sea posible
lograr acuerdos o una mínima empatía o, peor, los conflictos internos se
sucedan con frecuencia. La naturaleza humana es contradictoria: estamos hechos
de conflicto y acuerdo, y, por tanto, difícilmente guardamos estabilidad en la
permanente tensión entre unos y otros intereses, entre unas y otras
aspiraciones. Aun así, tenemos también propensión a encontrar acuerdos, a
sobrevivir con un mínimo de negociación o, acaso, para satisfacer la hipótesis
habermasiana de entendimiento.
Eso mismo ha pasado
con otras generaciones de jóvenes en todas partes del mundo. Por eso, las
revoluciones -no los cambios circunstanciales, que pueden ser más o menos
impactantes y que incluso pueden ayudar al nacimiento de otros proyectos- no
pueden madurar en los movimientos estudiantiles, tal como lo había previsto
Salvador Allende en uno de sus discursos en visita a Guadalajara. Si esa fuera
una intención seria y sistemática, tendrían que migrar hacia otras formas
organizativas y cambiar sus objetivos y su composición política.
Por otra parte, los
movimientos de juventudes en el pasado, bajo algún régimen autoritario, fueron
copados con objetivos y acciones en beneficio de intereses detestables. Así,
vale la pena echar una mirada a las tristes historias de las "juventudes fascistas",
las "juventudes hitlerianas", las "juventudes
estalinistas", las "juventudes católicas" de anteriores décadas
o las "juventudes franquistas". Yo espero que las historias de las
juventudes mexicanas (en PLURAL, NO en singular), de aquí en adelante, no corran
por esos senderos negros y, al contrario, sean siempre –mucho más que un
reclamo a generaciones del pasado– la punta de lanza de nuevos movimientos
sociales y un acicate para consolidar la democracia y alcanzar instituciones
democráticas de calidad en el plazo más corto posible, para lograr formas de
convivencia social digna y para evitar el dominio del discurso contestatario
ante la evidencia de pérdida de imaginación.
Jóvenes: Los años
pasan, no tienen mucho tiempo para alcanzar sus sueños, porque, además de que
otros vendrán, rondan sobre ustedes cientos de fantasmas, algunos parecidos a
los de la calle del infierno; otros, a los de las calles desoladas que les ha
tocado recorrer, porque no hay otras. Pero no se decepcionen si, en el futuro
próximo, ustedes ven hacia atrás y observan como si el mundo no hubiera
cambiado. La responsabilidad de cambiar el mundo no es ni será sólo de ustedes.
No se vuelvan sólo sobre ustedes mismos; es necesario que también busquen
aliados generacionales y en la propia estructura social y política de la cual
son parte, aunque ustedes crean que hay un mundo aparte, sólo suyo.
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