DATOS PERSONALES

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Politólogo y Maestro en Derecho Electoral / Profesor-Investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa (México City). Especialista en temas de Políticas Públicas, Teorías del Estado y la Democracia, Derecho Electoral, Federalismo y Gobiernos Locales. e-mail: mgmundouno@yahoo.com.mx

miércoles, 7 de marzo de 2012

Las elecciones federales 2012 y el IFE: ¿Ausencia de liderazgo y de certeza en el proceso electoral de México?


Miguel González Madrid

Carlos Loret de Mola publicó, en El Universal en línea, el día siete de marzo de 2012, una colaboración bajo una denominación sintomática: «El IFE: ese “pinche desmadre”». Dicha colaboración comienza exactamente con esa expresión: «“¡Esto es un pinche desmadre!”, espetó uno de los recientemente incorporados consejeros del IFE. Dejó caer sobre su escritorio un pesado expediente de proyecto de resolución que le acababa de llegar y que, si se atendieran las formalidades, tendría que terminar de leer, analizar y opinar para la sesión del día siguiente».

Lo que dice Loret de Mola permite armar un buen tema para una investigación especializada o para una tesis de grado, el cual podría versar sobre "La falta de liderazgo en el Consejo General y de eficacia del IFE", o algo parecido, porque las atribuciones de este Instituto no tienen como único fin el de organizar o administrar las elecciones federales y los tiempos en radio y televisión que se pueden utilizar en los procesos electorales locales y federales, sino también el de saber conducir y coordinar el entramado de actores políticos, el de prever posibles acuerdos, etcétera, todo lo cual va encaminado a garantizar la certeza del proceso electoral, pero eso requiere necesariamente de liderazgos, de consensos y, desde luego, de entender la aplicación del derecho –no sólo de la ley escrita, con todo y sus omisiones y conflictos normativos– a todos los actos y las etapas del proceso electoral. El Consejo General, por ello, debe mostrarse como una genuina autoridad, no como un simple atado de personajes, sin pies ni cabeza.

En verdad, para que la actuación de un órgano como el Consejo General del IFE no dé bandazos, deje de ser motivo de malestar, no se contradiga con frecuencia con el sentido de las sentencias del TEPJF, tenga los proyectos de acuerdo debidamente integrados y consensuados, mantenga una línea constante de votación mayoritaria entre sus miembros, genere un ambiente de sana comunicación con los representantes de los partidos, evite la confrontación con los medios de comunicación, tenga autoridad suficiente y, por tanto, proyecte confianza en el quehacer de las instituciones electorales del país, es necesario: 1) contar con un presidente consejero con liderazgo, sin vanidades y con capacidad para unificar los criterios aplicables en los acuerdos y las resoluciones; y 2) un cuerpo de expertos en materia jurídica-electoral (abogados y politólogos) con una mentalidad abierta –pero ordenada y apegada a principios fundamentales de proporcionalidad y razonabilidad– que tenga bien claro el espectro de intereses políticos, pero, sobre todo, los alcances posibles de la aplicación del derecho al proceso electoral federal.

Además, para armar los proyectos de acuerdos o de resolución, el presidente consejero debe reunirse siempre con las comisiones o con todos los consejeros para consensuar previamente esos acuerdos o resoluciones, y más cuando está en curso avanzado el proceso electoral. Incluso es conveniente que los proyectistas tengan una idea clara de lo que los consejeros quieren con base en esos consensos previos.

Por lo demás, no deja de ser una preocupación académica y política el hecho de que el IFE –y el Consejo General en particular– están sobrecargados de atribuciones. Una próxima reforma constitucional y legal en materia electoral debe llevarse sobre la base de lograr, entre otros objetivos, una restructuración de ese organismo electoral que implique descargarlo de atribuciones que tienen que ver, por ejemplo, con los llamados procedimientos sancionadores, incluso con la administración de tiempos en radio y televisión para procesos electorales federales y locales, porque, si el IFE apenas puede con el proceso electoral federal, para qué convertirlo en un mastodonte que un mal día llegue a estorbar los procesos electorales locales, sobre todo si la historia de falta de liderazgos se repitiera. Dicha reforma, sin duda, deberá considerar otros temas que han estado en el centro de los debates sobre la eficacia de las normas aplicables a las elecciones en México: la falta de regulación del derecho de réplica, la desaconsejable difusión de mensajes de precampaña y campaña electoral a través de spots, la innecesaria larga fase de precampañas, el absurdo distanciamiento entre la fase de precampañas y la fase de campañas, etcétera.

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